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lunes, abril 09, 2012

Guy Delisle y Pyonyang en la SER.

Le tenemos ganas a Crónicas de Jerusalem, el nuevo de Guy Delisle. Nos gustan mucho las crónicas viajeras de este canadiense: sus trabajos destilan humor, curiosidad aventurera e irónica mala uva a partes iguales. Cierto es que, a fuerza de recorrer viñetas y peregrinar por parajes lejanos con él, el lector encuentra que su fórmula creativa pierde capacidad de sorpresa. Disfrutamos con Shenzen y tenemos a su Pyongyang como referencia entre nuestros libros viajes, pero con Crónicas Birmanas tuvimos la sensación de que a la receta se le empezaba a trasparentar la fecha de caducidad. De ahí nuestro interés con su último trabajo, ¿confirmación de presagios formulísticos o borrón y cuenta nueva cretiva?
Cuando lo leamos, opinaremos. Antes de eso, como resulta que no hemos hablado nunca por aquí de ese tan loado Pyonyang, les vamos a dejar con un podcast cortito que grabamos hace unos meses para nuestra sección radiofónica en la SER local. Charlamos con Chema Díez y con nuestra amiga Eva de historia, de Delisle y de Corea del Norte, con motivo de la muerte de Kim Jong-il, el Querido Líder; personajillo turbio, histriónico e hinchado como un globo de plomo, que si no hubiera arrastrado tras de sí a un pueblo sometido y humillado, provocaría más risa que otra cosa.

lunes, diciembre 10, 2007

Shenzhen, el canadiense que se aburría en China.

Que los cómics de Guy Deslile nos traen de cabeza lo habrá adivinado cualquiera que se acerque a nuestras páginas de tanto en cuanto. Nos fascinó sobre todo con Pyonyang, ese cómic que discurre entre la crónica de viajes, el relato autobiográfico de cotidianeidad a lo "slice of life" y el humor costumbrista; y que, como se ha señalado en más de una ocasión, sea probablemente el mejor reportaje que uno pueda leer sobre Corea del Norte: esclarecedor como documento antropológico o reportaje de crítica socio-política, divertidísimo y sugerente como cómic.
Shenzhen marcó los pasos a "su secuela" coreana, y anticipó muchas de las características definitorias de aquélla. La solapa de contracubierta presenta el cómic al tiempo que plantea una reflexión interesante:

El cómic contemporáneo se ha reinventado en los últimos años, aumentando espectacularmente tanto su diversidad gráfica como la temática. Guy Delisle ilustra a la perfección esta nueva generación de creadores. A través de un dibujo naif pero preciso Delisle ilustra en Shenzhen una historia a caballo entre la autobiografía y el relato de viajes y comparte con el lector su vida cotidiana en China, entre el humor y el absurdo.

Pues sí, Delisle es uno de esos autores que le hace uno creer en la definitiva madurez del medio artístico que nos ocupa: el de la narración gráfica. Después de años y años nadando en las aguas (limpias pero poco profundas) de la narrativa infantil y/o juvenil y la (vehicular) tira de prensa, aparecen autores como Delisle, Sacco o Guibert and company, para contarnos algo que en otras disciplinas se antojaba obvio: no existen límites genéricos para un vehículo narrativo o, lo que es lo mismo, existe vida más allá de Krypton. Se comenta también que los habitantes de una de esas nuevas galaxias recién descubiertas se alimentan de pequeños acontecimientos y detalles cotidianos, narrados con un trazo tan sencillo como expresivo, como el de Delisle.
Sucede que todo esto ya nos quedó meridianamente claro después de leer Pyonyang (editada en España con anterioridad) y que Shenzhen es un poco más de lo mismo, así que el factor sorpresa deja de ser tal. Parece, además, que en esta obra Delisle refuerza su retórica visual habitual, a base de un entramado más espeso, creando así unas atmósferas más sofocantes y recargadas, frente a aquella, cuyo dibujo se nos antojaba más diáfano y desnudo y minimalista.
Seguramente este aspecto tenga que ver con una filosofía creativa consustancial a Shenzhen: la obra nace y crece desde una sensación clara de aburrimiento y cierto hastío laboral, motivado por la visita obligada de Delisle a China ("Vuelvo a encontrar lo que había olvidado: los olores, la suciedad, el ambiente grisáceo"). Una negatividad que el autor consigue contagiar a base del lamento insistente y cierta ironía condescendiente, que esconde en sus fórmulas humorísticas algunos excesos propios de un observador orgullosamente occidental.
El resultado es una acumulación de anécdotas más o menos dispersas enhebradas con el doble hilo conductor de la monotonía laboral en el estudio de animación y la cuenta atrás para su regreso al París salvador. La misma estrategia que en Pyongyang funcionaba a partir de la crítica política traducida por la sorpresa del irónico observador extranjero, se convierte ahora en un ejercicio menos apasionante de aburrimiento existencial e ironía acumulativa en primera persona. De algún modo, el canadiense es consciente de ello y nos avisa en sus páginas: "Si algún día transformo todas estas anécdotas en imágenes, dará la sensación de que ha sido un viaje estupendo. Supongo que incluso el aburrimiento una vez sacado de contexto, se enaltece y toma finalmente una forma divertida..."
No siempre, en realidad, aunque (no crean que hemos sucumbido a la negatividad del canadiense) Shenzhen es en líneas generales un buen cómic, mucho mejor que la mayoría de los que se publican mes a mes entre las avalanchas editoriales que últimamente no nos dejan sacar la cabeza para tomar aire. Es un tebeo bien dibujado, diferente, por momentos muy divertido e interesante, aunque solo fuera por sus valores culturales. Suena a broma, pero su mayor defecto tiene nombre propio, Pyonyang.